¿Todavía tenemos inviernos?

Las consecuencias en la agricultura de la alteración de las estaciones

La alteración de las estaciones tiene implicaciones profundas en muchos aspectos de nuestro planeta. Para los agricultores, cuyas actividades dependen estrechamente de los ciclos naturales, plantea retos considerables. Desde la siembra hasta la cosecha, los agricultores se enfrentan a una nueva realidad climática que exige una adaptación rápida.

Los inviernos son más suaves y cortos, y los veranos más largos y, a menudo, más calurosos. Esto significa que los periodos de crecimiento de los cultivos pueden desregularse, con temperaturas y precipitaciones que ya no se ajustan a las expectativas estacionales.

Esto tiene un impacto directo en los cultivos. Por ejemplo, los inviernos más suaves pueden provocar un aumento de las plagas, que tradicionalmente se reducían con las heladas invernales. Del mismo modo, veranos más calurosos y secos pueden provocar escasez de agua y estrés hídrico en los cultivos, lo cual puede comprometer el rendimiento y la calidad. 

La variabilidad creciente de las condiciones climáticas también dificulta la planificación agrícola. Los agricultores ya no pueden confiar en los modelos meteorológicos tradicionales para predecir acertadamente las condiciones futuras. Las repentinas fluctuaciones de temperatura, los fenómenos meteorológicos extremos, como tormentas y sequías, y los cambios impredecibles en las precipitaciones, se han convertido en algo habitual, lo que hace aún más compleja la gestión agrícola y de los cultivos.

¿Cómo nos ha afectado esto este año? 

A menudo, los agricultores tienen que encontrar la manera de ajustar sus prácticas de cultivo para hacer frente a estos nuevos retos. Nosotros invertimos mucho esfuerzo en un sistema de riego más eficiente, ya que por desgracia hemos tenido que utilizarlo incluso durante esos meses de invierno. Muy a nuestro pesar, tuvimos que seguir regando los árboles casi seis de cada siete días, pues de lo contrario no habrían sobrevivido, mientras que durante esta época del año sólo deberíamos haber necesitado hacerlo una vez a la semana, si acaso.

Además de la falta de agua, en octubre y noviembre tuvimos vientos muy intensos que causaron daños importantes a nuestros árboles, ya debilitados por las difíciles condiciones meteorológicas. Tememos perder gran parte de nuestros naranjos, sobre todo en la plantación Verger de Alicia, donde aún estamos esperando a ver cómo se recuperan los árboles.

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Las consecuencias del cambio climático en las estaciones tienen importantes repercusiones económicas para los agricultores. Las pérdidas de cosechas, los costes adicionales de adaptación a las nuevas condiciones climáticas y la incertidumbre sobre la estabilidad del clima en el futuro pueden poner en peligro la viabilidad económica y, en particular, la de los pequeños agricultores con recursos limitados para hacer frente a estos retos. Este año, hemos tenido que tomar la decisión de limitar el envío de naranjas únicamente a quienes tenían un naranjo adoptado la mayor parte de la temporada. 

La planificación se vuelve más y más difícil, ya que constantemente tenemos que ajustar nuestros calendarios de siembra y cosecha para adaptarnos mejor a las condiciones climáticas cambiantes del momento.

¿Qué acciones hemos tomado? 

Ante estos desafíos, creemos que es absolutamente necesario adoptar cada vez más prácticas sostenibles y resilientes que consideren las nuevas realidades climáticas. Esto puede incluir la implantación de técnicas de conservación del suelo, como el uso de cubiertas vegetales, para evitar la erosión, o la diversificación de cultivos para reducir los riesgos asociados a la dependencia de un único cultivo, así como invertir en infraestructuras y tecnologías que permitan un uso más eficiente de los recursos naturales y una mejor detección de plagas. Por eso nos parece tan importante colaborar con otros expertos y agricultores para intercambiar las mejores prácticas.

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